7 de mayo de 2009

COLUMNA JOVEN

Campamento juvenil en Tandil, provincia de Buenos Aires, República Argentina,
febrero 2009. Foto de María Luján Ortega

Nuestra lectora amiga , señora Adelina G. de Izurieta nos ha honrado con su confianza, poniendo en nuestras manos apuntes recopilados por su hijo fallecido tiempo atrás. Reflejan los intereses de un joven.


Es un honor para nosotros publicarlos a partir del presente número de “EL LUCERO” y deseamos que encuentren eco en otro joven corazón por eso también lo incorporaremos a nuestro blog.
CARTA A UN TRABAJADOR
Eres acusado de haber nacido con sueños en la cabeza.
Eres acusado de tener el pelo encrespado y de andar muchas veces por la calle no muy bien afeitado.
Eres acusado de tener las manos callosas y los dedos deformados por los engranajes de las máquinas.
Eres acusado de sudar la gota gorda.
Eres acusado de tener una casa con un pequeño jardín.
Eres acusado las sinfonías de las sirenas de las fábricas anunciando la aurora en el primer turno.
Eres acusado de ser cachado en las porterías pero también de que todos te saluden y te digan: cómo anda eso compañero.
Eres acusado de usar la palabra compañero.
Eres acusado de hacer asambleas y decir en ellas discursos improvisados que surgen del fondo de las tripas y del espíritu.
Eres acusado de no ser suficientemente flaco y raquítico.
Eres acusado de provocar dolores de cabeza a hombres serios de este país.
Eres acusado de pisar en los boliches y de jugar a las cartas.
Eres acusado de discutir con sabios y doctores sin pedir permiso ni presentar diploma.
Eres acusado de verte con ministros, criaturas importantes y no someterte a ellos.
Eres acusado de no haberte colocado en el lugar designado para los oprimidos y quedarte quieto.
Eres acusado de protestar con todas las fuerzas de tus pulmones llenos de hollín.
Eres acusado de tener hijos lindos y mujer dulce.
Eres acusado de no ser un muchacho dócil.
Eres acusado de conocer la prensa y no huir del ruido que ella hace en la madrugada.
Eres acusado de querer una patria libre, y libres también el corazón y los sentimientos.
Eres acusado de enojarte cuando todos se callan.
Eres acusado de ser rebelde en un país donde quien levanta la frente es torturado.
Eres acusado de haber perdido la paciencia de esperar un futuro que no llega nunca.
Eres acusado de romper las cadenas invisibles amarran tus brazos y tus manos.
Eres acusado de atraer a otros trabajadores con tu voz, tu grito, tu silencio, tu mirada, tu dolor, tus anhelos, tu misterios.
Eres acusado de contar sonriendo tristes historias recogidas en ranchos de lata.
Eres acusado de no ser lo que querían que fueras.
( Adaptación uruguaya de un texto de Laurenco Diaferia )

1 de mayo de 2009

SACERDOTES EN LAS VILLAS

Iglesia Cristo Rey de Lezama cuyo párroco es autor de la presente nota

“Nosotros nos podemos ir…, ellos no.”
Como consecuencia de la publicación del documento “La droga en las Villas” y su rápida repercusión en los medios, el Padre José María Di Paola, párroco de la comunidad Nuestra Señora de Caacupé en la Villa 21, recibió una seria amenaza. Miembro del equipo de sacerdotes para las Villas de Emergencia del Arzobispado de Buenos Aires, Pepe, como lo llaman en el barrio, trabaja pastoralmente allí desde hace 13 años.
La vocación de servicio de estos pastores, sin duda admirable, nos llena de orgullo a todos los cristianos. Pudiendo estar desarrollando su actividad en otros lugares más seguros y confortables, estos sacerdotes deciden consagrar su vida a Dios y su Pueblo en barrios abandonados, postergados y olvidados por la sociedad en general.
Los sacerdotes elegimos dónde queremos estar. Nadie puede realizar una obra fecunda, si no es feliz en el lugar donde se encuentra. El testimonio de los curas de las Villas, inspirado ciertamente en la obra del padre Carlos Mugica, nos ayuda a todos los cristianos, hombres y mujeres de buena voluntad, a renovar nuestros compromisos de fidelidad según la vocación que hemos elegido.
Para una sociedad individualista y consumista, hedonista y competitiva, donde “todo vale” para escalar económica y socialmente, la entrega de estos jóvenes sacerdotes, capaces de dar la vida por lo que creen, es incomprendida aún por sectores de la misma Iglesia institucional.
“¿Qué hiciste para que te mandaran acá?” Preguntaron los habitantes de la Villa 21 cuando llegó su nuevo párroco. Nadie podía entender que un joven sacerdote, recién egresado de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Buenos Aires, pudiendo continuar sus estudios en Roma, llegara un día a la Parroquia, preparara su termo y su mate y comenzara a recorrer las calles de la Villa.
Sin duda, todo esto se entiende sólo desde la FE, una Fe encarnada en la Historia, con una clara y firme opción preferencial por los pobres. Mientras nuestro cristianismo no sale del templo, se limita a ritos y celebraciones de Sacramentos, todo está bien y el cura es un santo. Cuando el compromiso con los más necesitados y la causa justa de los Pueblos nos sacan de las cuatro paredes, de los cánticos celestiales y las nubes de incienso y nos arrojan a compartir la vida, el dolor y el sufrimiento de la gente, corriendo su misma suerte, allí comenzamos a entender realmente el mensaje milenario de Jesucristo. Como dicen mis hermanos desde las Villas, “es hermoso trabajar con este pueblo, son barriadas creativas, hay que buscar caminos, cambian los desafíos y la gente es muy participativa. La Villa tiene cosas muy dolorosas: la violencia, la droga, las armas, pero la mayoría vive en un clima de familia, todos se conocen y por momentos hay un cariño desmedido.”
Y agregan, con un poco de sentimiento de culpa: “Podemos estar cansados, pero nos rajamos unos días. Luego volvemos felices a continuar nuestra tarea. Siempre decimos que es un privilegio estar en la Villa. En esto es muy sabia la oración del Padre Mugica: Perdón Señor por haberme acostumbrado, yo me puedo ir…, ellos no.”
P. Juan Carlos.
Párroco de Cristo Rey de Lezama, Buenos Aires, Argentina