1 de mayo de 2009

SACERDOTES EN LAS VILLAS

Iglesia Cristo Rey de Lezama cuyo párroco es autor de la presente nota

“Nosotros nos podemos ir…, ellos no.”
Como consecuencia de la publicación del documento “La droga en las Villas” y su rápida repercusión en los medios, el Padre José María Di Paola, párroco de la comunidad Nuestra Señora de Caacupé en la Villa 21, recibió una seria amenaza. Miembro del equipo de sacerdotes para las Villas de Emergencia del Arzobispado de Buenos Aires, Pepe, como lo llaman en el barrio, trabaja pastoralmente allí desde hace 13 años.
La vocación de servicio de estos pastores, sin duda admirable, nos llena de orgullo a todos los cristianos. Pudiendo estar desarrollando su actividad en otros lugares más seguros y confortables, estos sacerdotes deciden consagrar su vida a Dios y su Pueblo en barrios abandonados, postergados y olvidados por la sociedad en general.
Los sacerdotes elegimos dónde queremos estar. Nadie puede realizar una obra fecunda, si no es feliz en el lugar donde se encuentra. El testimonio de los curas de las Villas, inspirado ciertamente en la obra del padre Carlos Mugica, nos ayuda a todos los cristianos, hombres y mujeres de buena voluntad, a renovar nuestros compromisos de fidelidad según la vocación que hemos elegido.
Para una sociedad individualista y consumista, hedonista y competitiva, donde “todo vale” para escalar económica y socialmente, la entrega de estos jóvenes sacerdotes, capaces de dar la vida por lo que creen, es incomprendida aún por sectores de la misma Iglesia institucional.
“¿Qué hiciste para que te mandaran acá?” Preguntaron los habitantes de la Villa 21 cuando llegó su nuevo párroco. Nadie podía entender que un joven sacerdote, recién egresado de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Buenos Aires, pudiendo continuar sus estudios en Roma, llegara un día a la Parroquia, preparara su termo y su mate y comenzara a recorrer las calles de la Villa.
Sin duda, todo esto se entiende sólo desde la FE, una Fe encarnada en la Historia, con una clara y firme opción preferencial por los pobres. Mientras nuestro cristianismo no sale del templo, se limita a ritos y celebraciones de Sacramentos, todo está bien y el cura es un santo. Cuando el compromiso con los más necesitados y la causa justa de los Pueblos nos sacan de las cuatro paredes, de los cánticos celestiales y las nubes de incienso y nos arrojan a compartir la vida, el dolor y el sufrimiento de la gente, corriendo su misma suerte, allí comenzamos a entender realmente el mensaje milenario de Jesucristo. Como dicen mis hermanos desde las Villas, “es hermoso trabajar con este pueblo, son barriadas creativas, hay que buscar caminos, cambian los desafíos y la gente es muy participativa. La Villa tiene cosas muy dolorosas: la violencia, la droga, las armas, pero la mayoría vive en un clima de familia, todos se conocen y por momentos hay un cariño desmedido.”
Y agregan, con un poco de sentimiento de culpa: “Podemos estar cansados, pero nos rajamos unos días. Luego volvemos felices a continuar nuestra tarea. Siempre decimos que es un privilegio estar en la Villa. En esto es muy sabia la oración del Padre Mugica: Perdón Señor por haberme acostumbrado, yo me puedo ir…, ellos no.”
P. Juan Carlos.
Párroco de Cristo Rey de Lezama, Buenos Aires, Argentina

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En los pocos dias que estuve en Bs.As. conoci mas el problema de los sacerdotes que trabajan en las Villas. Lamentablemente desde aqui, todo es diferente. No obstante estemos orando por ellos, ya que su mision es tremenda en ese ambiente. Algunos todavia recordaremos al P.Mujica y su obra y de que manera terminaron con su vida.
ETELVINA

Anónimo dijo...

Nuevamente gracias, amiga que desde el Paraguay haces aportes tan importantes para la reflexión cristiana.
El padre Juan Carlos, autor de la nota estará muy contento con tu comentario desde la tierra paraguaya.
El es muy valiente para escribir así y todos los cristianos debemos ayudar a estos curas que tanto se parecen a Jesús por su entrega.
Eva Lucero de Ortega