21 de mayo de 2010

En el año del Bicentenario un recuerdo al guardapolvo blanco

Pedro está sentado en el parque tomando el sol del otoño y disfrutando de un día que, aunque ventoso, él considera agradable. Cuando entrevé un contingente de guardapolvos blancos, que portando enormes barriletes, se acercan a toda velocidad al lugar menos arbolado.
Lamentablemente, coincide con el lugar por él elegido, a fuerza de ver en un día fresco, cuál es la porción de sol que más entibia un sector. Pedro siente que lo invade una enorme y poderosa bronca. El día que destinó a estar tranquilo, a no llevar a su nieto a la escuela, el día suyo, se torna repentinamente en un griterío. ¡No hay derecho! En su tiempo de escolar esto no sucedía.
La señorita Rosario no lo hubiera permitido: “menos juego y más lectura”.
Un hilo le atraviesa la cara y un mocoso, de esos que no se ven del suelo, con el pelo revuelto y mirada desafiante le dice: - Señor: ¿me lo alcanza?.
Casi sin mirarlo y tomando el hilo, el de embalar, el ratonero, extiende la mano y entrega el preciado tesoro. Siente leves tironcitos y piensa - Qué lindo ¡qué lindo barrilete! Nota que está hecho a mano, que no es de los comprados, levanta la vista y compara. En un rápido pantallazo ve que todos están construidos por los chicos, inclusive aquel con el que lucha una maestra gordita y mofletuda que no para de transpirar a pesar del viento. Es una escena linda, al final, son todos guardapolvos blancos movidos por el viento y los tirones. Piensa en irse, pero se detiene. ¿De qué escuela serán? Algunos guardapolvos lucen muy blancos, otros sin embargo están tan gastados, tan usados... Inclusive hay unos cuántos niños que parecen tener puesto un guardapolvo dos o tres tallas menores a las suyas.
Finalmente, se para y se va yendo poco a poco, sintiendo el griterío y el enorme esfuerzo que esos cinco barriletes, ahora recortados en el cielo, han demandado.
Suplemento Digital de la revista La Educación en nuestras manos N° 44; marzo de 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

Leyendo este relato, pienso que es
el mejor cumplido que se le puede
hacer a la Patria, en este Bicentenario. Aqui, ya deja de interesar la accion, la escuela,ni
cuantos eran, sino adentrarse en lo
profundo del recuerdo. Palomitas blancas, almidonadas, la ingenuidad
del barrilete, la obediencia a la
maestra. La docilidad de esos alumnos en contraposicion a la in-
dolencia de hoy y al desprecio por
las autoridades. Es un verdadero
homenaje al guardapolvo blanco !
ya tan olvidado.

ETELVINA