30 / 10 / 10
En medio del torbellino de emociones, a veces encontradas, muchas de ellas incomprensibles, bueno sería tomarnos un descanso, cierta distancia y reflexionar tratando, en la medida de lo posible, de abstraer algunas categorías que nos permitan comprender qué pasa, que nos ayuden a ver hacia dónde va la cosa, aunque debamos transitar un camino a tientas y agazapados.
Rosendo Fraga…
Había escrito hasta aquí (este advenedizo cronista aprovecha sus postas en el bar para llevar a cabo estas y otras tareas mientras va de un curso a otro) cuando apareció y se desplomó en la silla de enfrente Rosendo Luxemburgo, casi como si hubiese invocado su presencia al escribir el nombre del otro Rosendo. Rosendo, nuestro Rosendo, Luxemburgo, sociólogo por momentos, tornero de profesión y principalmente futbolista fracasado (esos que aún se calzan los botines y juegan el picado rabioso de todos los sábados) apareció de la nada con un par de diarios mojados los cuales reboleó sobre la mesa.
Iba a retomar como disparador del análisis político la abrupta y poco sutil maniobra de Rosendo Fraga (no fue el único ruin) quien a poco de morir Néstor Kirchner ya se largó con una nota en la que prescribía los caminos a seguir y le dictaba a la Presidenta una serie de medidas tales como sacarse de encima a Moreno, distanciarse de Moyano, etc. Pero no, nuestro Rosendo Luxemburgo acaparó la atención de este escritor que nunca puede terminar de empezar a ser cronista. La charla (más bien su charla) fue tejiendo una serie de cuestiones interesantes para reproducir en este espacio.
Rosendo Luxemburgo, quien por desconocer el manejo de los medios digitales y considerarse a sí mismo un auténtico analfabeto digital, jamás leyó el aluvión de publicaciones referidas a los sucesos de dominio público y sólo pudo, se vio obligado, según la vieja usanza, a leer un par sino tres diarios por día para estar al tanto de todo desde “distintas miradas”. Por supuesto, Luxemburgo no había leído mi nota sobre el otro Rosendo ni leído la firmada por su homónimo así que de nada servía comentarle qué iba a escribir, como iba a empezar, etc. Me dejé llevar por la charla y dejé el papel a un lado.
¿Será por la falta de información (más bien la necesidad de encontrar espacios en los que la información y la opinión pueda fluir de un modo diferente que la circulación que existe en los medios hegemónicos) que Rosendo Luxemburgo revolviendo el café con la cuchara, puteaba en lenguas y pedía data permanentemente?
Mojado por la lluvia y empapado por la transpiración, Rosendo era consumido por el negro café en el bar al cual había ido a recalar después de ir a ver pasar por última vez a Néstor Kirchner rumbo al aeropuerto, rumbo al cielo. “Quería ser testigo de la historia”, decía de vez en cuando, antes de seguir maldiciendo y pidiendo data.
Una vez asentado, Rosendo intentó dialogar pero en realidad comenzó a monologar. Dijo:
“No… No voy a correr al Kirchnerismo por izquierda. Me parece que no vale la pena. De ir por ese la do caería una vez más en un desplazamiento de la teoría respecto de la práctica y eso mi amigo, no es hacer política en este mundo y menos en este país. La política se hace, como cuando te acostás con una mina y hacés el amor… ¡¿Qué?! ¡Vas a sacar el Kamasutra y te lo vas a poner a leer! ¡No hermano! Claro que a nivel macro hay que ir pensando hacia dónde vamos. Pero ese dónde debe llenarse de contenido concreto, de resultados y acciones prácticas. Ese dónde debe ser plausible, posible. ¿Qué vamos a hacer? ¿Ir a decirle a la gente que a partir de mañana su casa ya no es más su casa, su DVD ya no es más su DVD, su celular ya no es más su celular? ¿Vamos a hablarle de la teoría social? ¿Vamos a ir con un discurso tal a exorcizar fantasmas con nuestros rosarios teóricos a gente que nunca estuvo en una fábrica, que revuelve basura en el conurbano, que recién comienza a darse cuenta que se pueden hacer cosas con la política, que espera algo concreto? ¿No sería loco, irresponsable, paralizante? ¿Qué pasa? ¡No entendimos nada! La praxis revolucionaria, la filosofía de la praxis implica una buena comprensión de lo que Marx estaba pensando cuando justamente trataba de idear la manera de cambiar el mundo. Hay que volver a leer la tesis 11 sobre Feuerbach, de lo que se trata es de transformar no de interpretar. Dejame dejar de ser un teórico por un momento y escuchame… Mirá… Este tipo [por Kirchner], por poco o mucho, algunas mediadas de corte keynesiano y de redistribución del ingreso, implementadas en su gobierno y en el de su esposa, casi tiene que meter violín en bolsa y bancarse la destitución de su mujer. Esas medidas en el contexto que vivimos y la historia que venimos soportando en la Argentina, esas medidas son revolucionarias. Porque… ¿Qué es ser revolucionario? Es una abstracción o algo concreto que se llena de múltiples determinaciones y que debe entenderse según las características de la formación social en que se da dicha práctica. ¿Cómo puede ser que nos olvidemos de considerar la famosa carta que Marx le escribió a Vera Zasulich? Ahí, Marx le dice a Zasulich que no descarta la posibilidad de que Rusia pueda abrir un camino hacia el socialismo apoyándose en la tradición comunitaria del campesinado ruso y que es fundamental tener en cuenta las características de cada formación social para transitar el camino al socialismo. Eso se publicó en 1926. ¿Qué pasó, nos quedamos en la teoría y nos olvidamos que el mismísimo Marx siempre pensó en la práctica?
No voy a correr al Kirchnerismo por el lado de la institucionalidad, el gobernar para todos los argentinos y demás abstracciones por el estilo. Dicho sea de paso, vi en la tele a uno diciendo que Kirchner se murió porque era un loco que no paraba porque lo único que quería era conseguir poder, etc. Nunca llenó toda esa cosa abstracta con nada. Kirchner quería poder porque sino no podés hacer nada para nadie. Vuelvo… ¿Qué es eso de gobernar para todos? Cuando se implementan políticas de redistribución se tocan intereses. Si se gobierna para los pobres y marginados, se gobierna en contra de una mayoría que gracias a esa informe masa de gente desposeída gana cada vez más.
No voy a correr al Kirchnerismo por el lado de que Kirchner, su principal referente, era un tipo que quería poder y le gustaba la guita. Si sos político, en el contexto actual, vas a poder hacer cambios que lleguen a la gente si tenés y logras construir cada vez más poder. En eso Kirchner fue un paladín puesto que llegó al gobierno casi con nada. Por el lado de la guita, es cierto, acepto que Kirchner la hizo con creces. Pero podría haberse quedado con su guita y no hacer nada por nadie. ¡Esa cosa del líder revolucionario desprendido de todo, mártir, cercano a un monje es una abstracción! En el capitalismo para vivir bien, tenés que hacer guita. ¿A quién no le gusta vivir bien? ¿Y si la hizo por derecha sin cagar a nadie? Al turco también le gustaba la guita, andaba en Ferrari, sus hijos eran unos malcriados que vivían la vida loca. ¿Y? Se cagó en todo y aun habiendo militado en el peronismo de los 70 y antes, se casó con las políticas neoliberales.
La revolución del proletariado es una meta. Hacia allí vamos. Pero en el medio tenemos que hacer varias revoluciones chiquitas. Espero que esto haya servido de lección. Ahora hay que superarlo.”
No pude replicar, me quedé mudo. Me levanté, apenas hice un gesto con la mano, amontoné mis papeles y me fui a dar el curso de epistemología. No sé que le pasó a Rosendo Luxemburgo, difícil explicarlo. Sólo sé que la historia nos pasó por arriba. Mientras, el que trata de explicar, explica a posteriori. A veces el que explica también la hace. A veces, no.
No sé qué le pasó a mi amigo Rosendo Luxemburgo pero sin duda ya no era el mismo sociólogo que había conocido. Sin duda algo cambió.
Rosendo Fraga…
Había escrito hasta aquí (este advenedizo cronista aprovecha sus postas en el bar para llevar a cabo estas y otras tareas mientras va de un curso a otro) cuando apareció y se desplomó en la silla de enfrente Rosendo Luxemburgo, casi como si hubiese invocado su presencia al escribir el nombre del otro Rosendo. Rosendo, nuestro Rosendo, Luxemburgo, sociólogo por momentos, tornero de profesión y principalmente futbolista fracasado (esos que aún se calzan los botines y juegan el picado rabioso de todos los sábados) apareció de la nada con un par de diarios mojados los cuales reboleó sobre la mesa.
Iba a retomar como disparador del análisis político la abrupta y poco sutil maniobra de Rosendo Fraga (no fue el único ruin) quien a poco de morir Néstor Kirchner ya se largó con una nota en la que prescribía los caminos a seguir y le dictaba a la Presidenta una serie de medidas tales como sacarse de encima a Moreno, distanciarse de Moyano, etc. Pero no, nuestro Rosendo Luxemburgo acaparó la atención de este escritor que nunca puede terminar de empezar a ser cronista. La charla (más bien su charla) fue tejiendo una serie de cuestiones interesantes para reproducir en este espacio.
Rosendo Luxemburgo, quien por desconocer el manejo de los medios digitales y considerarse a sí mismo un auténtico analfabeto digital, jamás leyó el aluvión de publicaciones referidas a los sucesos de dominio público y sólo pudo, se vio obligado, según la vieja usanza, a leer un par sino tres diarios por día para estar al tanto de todo desde “distintas miradas”. Por supuesto, Luxemburgo no había leído mi nota sobre el otro Rosendo ni leído la firmada por su homónimo así que de nada servía comentarle qué iba a escribir, como iba a empezar, etc. Me dejé llevar por la charla y dejé el papel a un lado.
¿Será por la falta de información (más bien la necesidad de encontrar espacios en los que la información y la opinión pueda fluir de un modo diferente que la circulación que existe en los medios hegemónicos) que Rosendo Luxemburgo revolviendo el café con la cuchara, puteaba en lenguas y pedía data permanentemente?
Mojado por la lluvia y empapado por la transpiración, Rosendo era consumido por el negro café en el bar al cual había ido a recalar después de ir a ver pasar por última vez a Néstor Kirchner rumbo al aeropuerto, rumbo al cielo. “Quería ser testigo de la historia”, decía de vez en cuando, antes de seguir maldiciendo y pidiendo data.
Una vez asentado, Rosendo intentó dialogar pero en realidad comenzó a monologar. Dijo:
“No… No voy a correr al Kirchnerismo por izquierda. Me parece que no vale la pena. De ir por ese la do caería una vez más en un desplazamiento de la teoría respecto de la práctica y eso mi amigo, no es hacer política en este mundo y menos en este país. La política se hace, como cuando te acostás con una mina y hacés el amor… ¡¿Qué?! ¡Vas a sacar el Kamasutra y te lo vas a poner a leer! ¡No hermano! Claro que a nivel macro hay que ir pensando hacia dónde vamos. Pero ese dónde debe llenarse de contenido concreto, de resultados y acciones prácticas. Ese dónde debe ser plausible, posible. ¿Qué vamos a hacer? ¿Ir a decirle a la gente que a partir de mañana su casa ya no es más su casa, su DVD ya no es más su DVD, su celular ya no es más su celular? ¿Vamos a hablarle de la teoría social? ¿Vamos a ir con un discurso tal a exorcizar fantasmas con nuestros rosarios teóricos a gente que nunca estuvo en una fábrica, que revuelve basura en el conurbano, que recién comienza a darse cuenta que se pueden hacer cosas con la política, que espera algo concreto? ¿No sería loco, irresponsable, paralizante? ¿Qué pasa? ¡No entendimos nada! La praxis revolucionaria, la filosofía de la praxis implica una buena comprensión de lo que Marx estaba pensando cuando justamente trataba de idear la manera de cambiar el mundo. Hay que volver a leer la tesis 11 sobre Feuerbach, de lo que se trata es de transformar no de interpretar. Dejame dejar de ser un teórico por un momento y escuchame… Mirá… Este tipo [por Kirchner], por poco o mucho, algunas mediadas de corte keynesiano y de redistribución del ingreso, implementadas en su gobierno y en el de su esposa, casi tiene que meter violín en bolsa y bancarse la destitución de su mujer. Esas medidas en el contexto que vivimos y la historia que venimos soportando en la Argentina, esas medidas son revolucionarias. Porque… ¿Qué es ser revolucionario? Es una abstracción o algo concreto que se llena de múltiples determinaciones y que debe entenderse según las características de la formación social en que se da dicha práctica. ¿Cómo puede ser que nos olvidemos de considerar la famosa carta que Marx le escribió a Vera Zasulich? Ahí, Marx le dice a Zasulich que no descarta la posibilidad de que Rusia pueda abrir un camino hacia el socialismo apoyándose en la tradición comunitaria del campesinado ruso y que es fundamental tener en cuenta las características de cada formación social para transitar el camino al socialismo. Eso se publicó en 1926. ¿Qué pasó, nos quedamos en la teoría y nos olvidamos que el mismísimo Marx siempre pensó en la práctica?
No voy a correr al Kirchnerismo por el lado de la institucionalidad, el gobernar para todos los argentinos y demás abstracciones por el estilo. Dicho sea de paso, vi en la tele a uno diciendo que Kirchner se murió porque era un loco que no paraba porque lo único que quería era conseguir poder, etc. Nunca llenó toda esa cosa abstracta con nada. Kirchner quería poder porque sino no podés hacer nada para nadie. Vuelvo… ¿Qué es eso de gobernar para todos? Cuando se implementan políticas de redistribución se tocan intereses. Si se gobierna para los pobres y marginados, se gobierna en contra de una mayoría que gracias a esa informe masa de gente desposeída gana cada vez más.
No voy a correr al Kirchnerismo por el lado de que Kirchner, su principal referente, era un tipo que quería poder y le gustaba la guita. Si sos político, en el contexto actual, vas a poder hacer cambios que lleguen a la gente si tenés y logras construir cada vez más poder. En eso Kirchner fue un paladín puesto que llegó al gobierno casi con nada. Por el lado de la guita, es cierto, acepto que Kirchner la hizo con creces. Pero podría haberse quedado con su guita y no hacer nada por nadie. ¡Esa cosa del líder revolucionario desprendido de todo, mártir, cercano a un monje es una abstracción! En el capitalismo para vivir bien, tenés que hacer guita. ¿A quién no le gusta vivir bien? ¿Y si la hizo por derecha sin cagar a nadie? Al turco también le gustaba la guita, andaba en Ferrari, sus hijos eran unos malcriados que vivían la vida loca. ¿Y? Se cagó en todo y aun habiendo militado en el peronismo de los 70 y antes, se casó con las políticas neoliberales.
La revolución del proletariado es una meta. Hacia allí vamos. Pero en el medio tenemos que hacer varias revoluciones chiquitas. Espero que esto haya servido de lección. Ahora hay que superarlo.”
No pude replicar, me quedé mudo. Me levanté, apenas hice un gesto con la mano, amontoné mis papeles y me fui a dar el curso de epistemología. No sé que le pasó a Rosendo Luxemburgo, difícil explicarlo. Sólo sé que la historia nos pasó por arriba. Mientras, el que trata de explicar, explica a posteriori. A veces el que explica también la hace. A veces, no.
No sé qué le pasó a mi amigo Rosendo Luxemburgo pero sin duda ya no era el mismo sociólogo que había conocido. Sin duda algo cambió.
José Antonio G. Di Vincenzo
Tomado de InformeUrbano.com
1 comentario:
Este Art.de Rosendo, lamentable-
mente, salio en un mal momento.
Debemos llamarnos a la reflexion
y la cordura ya que se juega el
futuro de nuestra Patria. Es el
momento de pensar con seriedad!
ETELVINA
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